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LA POLLERA AZUL Elisabet Cincotta
Esta noche cual imagen se despliega tu pollera con la suave brisa de la vereda, baldosas rojas tu deseo y el encuentro esperado tantas veces. En tu cartera van perfume, peine y una lágrima perpleja. Ahí está él, tu pollera revolotea tan azul como el mismo cielo, caminas a su lado ruborizada. El amor de pasión se enciende, viejo cuarto de pensión. Amanece recoges tu falda del suelo, entre las sábanas perdida quedó tu ropa interior, te peinas y con rapidez casi vergonzosa te vistes. Él observa cada gesto con una sonrisa. Abres la puerta sin mediar palabra, él te llama, extiende su mano con unos billetes, los tomas, los recibes como un cachetazo. Afuera la luz del día golpea tus ojos, lágrimas fundidas de rocío. Confundida entre los mañaneros trabajadores te pierdes en las calles de tu pueblo. Esquina, portón, lo cruzas, aire vencido, tres cabecitas morenas, delantal blanco, sonrientes te abrazan, mueca del destino perfilas una caricia. Con la sensación de suciedad los despides con una moneda en cada mano, un roce de labios en sus mejillas y un dolor en el pecho que no se aleja. Ver entrevista exclusiva por Migdalia B. Mansilla 05/12/2005 Derechos de autor registrados
Esta noche cual imagen se despliega tu pollera con la suave brisa de la vereda, baldosas rojas tu deseo y el encuentro esperado tantas veces. En tu cartera van perfume, peine y una lágrima perpleja. Ahí está él, tu pollera revolotea tan azul como el mismo cielo, caminas a su lado ruborizada. El amor de pasión se enciende, viejo cuarto de pensión. Amanece recoges tu falda del suelo, entre las sábanas perdida quedó tu ropa interior, te peinas y con rapidez casi vergonzosa te vistes. Él observa cada gesto con una sonrisa. Abres la puerta sin mediar palabra, él te llama, extiende su mano con unos billetes, los tomas, los recibes como un cachetazo. Afuera la luz del día golpea tus ojos, lágrimas fundidas de rocío. Confundida entre los mañaneros trabajadores te pierdes en las calles de tu pueblo. Esquina, portón, lo cruzas, aire vencido, tres cabecitas morenas, delantal blanco, sonrientes te abrazan, mueca del destino perfilas una caricia. Con la sensación de suciedad los despides con una moneda en cada mano, un roce de labios en sus mejillas y un dolor en el pecho que no se aleja.
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05/12/2005 Derechos de autor registrados
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