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PALMERAS QUE SE TORNARON AL VIENTO

Carlos Viterbo Duarte Rico

Si... así en la inmensa mar
cual minutos sollozaban
en la arena,
fogatas de efimeros abures,
y el viento tirano y adyacente
modelaba las palmeras
en las mágicas arenas.

La inmensa ola de olas
que el mismo viento
las vesta de trajes
de espumas, corales
y con perlas
adornando
timoneles que surcaban
los rumbos destinados,
fluyendo como un manto celeste
que arropaba el destino
de dos palmeras
abrazadas
en medio del
clásico vendabal nocturno.

Cada palmera
que había sentido entre sus
venas de vástagos,
el interno acopio
que en simientes llevarían,
hasta la flor y fruto
del coco que sacia los destinos,
se enarbolaron mutuamente,
como la naturaleza...
protegiendo sus frutos
y abanicando el tiempo con sus ramas.

Pasaba la fuerza del viento que azotaba
las arenas y dumas adormecidas
por la noche,
y vislumbrando la aurora,
se hacia partícipe
del evento,
como si fueran
dos novios
que se besan en las profundidades
nocturnas, 
a la luz de las luciérnagas marinas, esperando ansiosamente
el bello despertar
del alba marítima in-navegada.

Fueron un tiempo acicatando
valores,
vistiendo y desvistiendo
sus conchas,
su nocturnal elogio palaciego,
y el salitre que salpicaba en cada ola,
demarcaba
un avanzado movimiento
que dócilmente forcejeaban
los anudados trajes de palmeras y ribera.

El viento calló. Vivió el silencio-
y la media noche dividía
el mayor episodio consentido,
las hojas meneaban con ritmos de palmeras,
cual si fueran musicadas
por tambores de nativos
que circulando
por los torsos
en quejidos
de resolanas olvidadas,
daban la satisfacción predecida
por los destinos
que adentraban en la mar serena.

Surgió de pronto
el sentimiento adscrito y en la misma ribera
una tromba marina
forcejeando
la ternura de sus palmeras,
las doblegó hasta
tocar la arena
humedecida
por las cristalinas aguas
de la ria, acompañando
las conchas y perlas
que sirvieron de rituales y, 
allí dejar dos palmeras
bien atadas...bien unidas
en el altar de un mar
escanciado por el cielo suspendido,
para que sus vidas 
siguieran soportando vendavales
de amoríos imprevistos.

Ya llegó luego...suavemente
un clasico despertar,
y los matutinos enfoques
que dispersando
las sombras,
nacían un nuevo Sol de vislumbrante celo,
que abrigaría la humedad de la arena,
rodeando con vientos
y mareas,
a las dos palmeras que anudaron
sus pieles de ramas:
frutos isleños
en la serenidad de un aquietado mar de ensueños.

Isla de prodigios desvelados,
palmeras, vientos
y arenas 
en fraternidades
del destino,
replegados desde su popa
en navegación perenne y serenada.

Karviter algo inspirado.
7-25-2001

 

 

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