LISBOA
A Fernando Pessoa
Francisco Javier Cubero
Estuve en muchos sitios,
pero en algunos no,
porque mi pensamiento estaba preso
y mis ojos erraban hacia dentro
buscando una razón inexistente.
Así recuerdo
calles oscuras de la Alfama, arcadas,
callejuelas secretas y empinadas
y alguna enredadera en los rincones
y las ropas tendidas ondeando
su brisa vieja
como de lento fado.
Y también los tranvías que suben al Castelo
o pasan por la Baixa en amarillo
y hay tristeza marina de galernas lejanas,
de los vientos remotos que curtieron
la faz de su añoranza.
El río, mar pequeño,
es una cinta ancha de pájaros y barcos,
una huida para los ojos presos
y para las palabras.
Pienso
en alguien que no está,
la brisa pasa alegre y se entretiene
en los austeros jardines de Lisboa
y en todos los jardines
se entretiene.
Paisajes de tejados:
vida breve cotidiana sin preguntas,
parece todo paz y manso río
mirado desde lejos,
pero el curso del hombre
no es reposo, no detiene su paso,
no contiene su fuerza,
no se acaba.
Me adentro en el silencio de los templos
y admiro las columnas que sustentan
sus cielos construidos
y la vista
busca esa luz lejana
que llega de la altura
y los brillos de polvo
suspendido
en haces luminosos,
y en cambio la penumbra
invade los extremos.
Imágenes oscuras,
que apenas se comprenden,
duermen su irrealidad
ante los cirios.
La soledad se extiende,
no por ausencia de un nombre conocido,
sino por la existencia misma extraña,
esa existencia ajena de la que somos parte,
ese presentimiento conjurado,
la magia de la luz.
Desciendo nuevamente
a ese lugar que no conozco,
a mi destino y escribo que no soy.
Sucumbe el tiempo en un aroma
y en el aire pincela su vapor
curvas amables, que escriben en fachadas
su desgaste y una historia que ignoro
e imagino.
En qué ciudad estoy o estuve un día
para ser heterónimo de nada
por tanto desconcierto.
Acaso un presentir,
un latido constante, medio ciego,
por tanta luz posible.
¿En qué piensa el contable cuando suma,
qué siente cuando resta,
qué queda en la ligera gabardina
que ha gozado la lluvia?, y en la pluma
que ha derramado tinta,
¿cuánto queda?
Los objetos responden al pasado.
Las miradas también,
queda su huella,
una impronta confusa,
un sentimiento se afirma sobre otros
y se turna después
y a cada cual su cruz y su secreto.
Estuve en muchos sitios sin moverme,
me transportó la voz de otros errantes,
disfruté de sus paisajes y sonidos,
gocé un amor que nunca he confesado
por ser tan intangible como un beso.
Ahora cierro los ojos,
arde el mundo
VARIACION
Francisco Javier
Cubero
Ya sé que, aun no queriendo, el tiempo pasa,
el tiempo de las horas marcado con agujas,
el tiempo de los días borrado por las lunas,
el tiempo de los meses que el calendario casa.
El tiempo de los años, que la memoria arrasa
y en la piel deja marcas que se tornan arrugas,
inquebrantable corre y con su paso muda
los fondos y las formas de la razón y el alma.
Y con el tiempo mudo se alteran las palabras
que pretenden nombrar lo nuevo del futuro
y otras caen en la sombra silente del olvido.
Busco en los diccionarios y con tristeza miro
bellezas que ahora duermen en el estante oscuro,
nos recuerdan su tiempo, son ellas las que pasan.
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