AMB
(Antes del Midibús)

Guillermo Osuna

 

El chofer de un midibús de la ruta 634 fue asesinado de un balazo en la frente.
El homicida  fue un hombre al que acompañaban dos sujetos . Con el  trío,
el chofer había tenido una  discusión por un incidente vial.

         Fue identificado el cuerpo de Jaime Hernández Suárez, de 25 años de edad,
quien murió  ayer luego de tres días de agonía a causa de las lesiones que sufrió,
al ser atropellado  por el conductor de un midibús de la ruta 360,
en calles del municipio de Tonalá.

                      Una vez más, choferes del transporte urbano enlutan a  una familia tapatía. 
Anoche, en elcruce de las calles 16 de Septiembre y Mexicaltzingo, dos choferes de 
midibuses chocaron aparatosamente, arrolaron a una mujer a la que dieron muerte,
causaron diez personas lesionas y desbarataron una esquina comercial

   Noticias del periódico Publico. Fechas varias.

 

 

    Miro a lo lejos entre los espejismos del calor :33 Ruta Miravalle. Comienzo a  arremolinarme entre la gente. Intento saltarme algunos lugares de la fila. Recibo  algunos empujones discretos pero con mis indiscretos logro colocarme a una mejor  posición de asalto. Llega rugiendo la máquina. El humo negro deja una cola de dragón  japonés danzando entre los automóviles. Se detiene. Bufa impaciente mientras una pared  humana comienza a moverse en la puerta.   Bajan y suben, suben y bajan, se mezclan los 
brazos, las piernas, los cabellos, las bolsas, las mochilas, las faldas, los sudores,  los enojos. Se alarga mi brazo de hombre goma para tomar el tubo pero me niegan el  gusto. Se fue gritando de nuevo llenándonos de mugre los pulmones.

   Decidí caminar unas cuadras en sentido contrario para tomarlo con menos gente.  Se acerca con la mitad del cupo. Sonrío triunfante. Con una suerte que el idiota ni  se detiene. ¡Chinga tu madre! se estrella mi grito en los vidrios posteriores  acompañado de  las monedas que traía en la mano. Corro más cuadras por si pensaba detenerse el ofendido y para aventajar a los demás. Ahora si viene el desgraciado vomitando gente. Lo toma por sorpresa el alto,  retaco al niño de los chicles en un mínimo agujero y me trepo, me pego, me amago, me aferro, entierro las uñas y los dientes. Soy una rémora urbana pegada a las aletas  (espejo retrovisor, salpicadera, limpiabrisas) del tiburón del transporte público.

     Más adelante piso los escalones resbalosos con verduras tiradas.  Entro y me reciben las luces azules de los frascos de Nivea y la Virgen de Guadalupe colgada frente al volante. Pago y deposita las monedas en la cajita de madera con unas torres como las de la Catedral. 

   La palanca de velocidades tiene una tarántula encapsulada y me  pregunto: ¿Para que sirve el botón rojo que esta a un lado?. ¿Cuántas velocidades tiene?.

  ¡Recórranse!. ¡Recórranse! . Atrás están las cocas y Gloria Trevi. A ver compa, pásale no me dejas ver.  Intento avanzar al interior pero el pasillo es tan hermético como el entendimiento del chofer. Ándele señora muévale . Abre su boca de pocos dientes para regañarme: Si le urge joven, ¡brínquele!. Y se pone en posición de chinchilegua.  A que abuelita.  No se hizo esperar el pellizco. Decido remar entre el fango para adentrarme más en la jungla. Commmmmmmmpermiso mamacita. ¡Pelado! . Una cachetada  más a la cuenta. Pero valió la pena. Me detengo y me cuelgo del pasamanos observando el letrero de bajada. Saco mi marcador y le agrego algo de mi inspiración: La bajada “de calzones” es por  atrás.  Llegamos a otra parada y algunos suben por la puerta trasera. Sacan un billete y lo envían por CorreoExpressInterno. Lo pasa por favor  Lo pasa por favor  Lo pasa por favor.  Agarro el billete, lo guardo y mando mi boleto 
de regreso. Lo pasa por favor Lo pasa por favor Lopasapor favor. Gracias ¿y el cambio?.   ¡Esos de atrás manden su pasaje !. ¡Regrésame el cambio!. ¡Primero manda tu pasaje!.  Me sigo recorriendo esquivando los reclamos.  Vienen besándose los novios de  secundaria. 

Llora de hambre el bebé de la señora avergonzada  porque no puede darle pecho. Abajo esta el chavito vendedor. Llevellevelleve, apesoapeso. ¡A peso los chicles!. Que onda te juego un voladito. Sale. Aviento la moneda al aire y al caer se pierde entre los zapatos, las chanclas, las botas, los tenis, los suecos, la basura y mis rastreras intenciones. Mientras busca la moneda agarro un puño de cajitas de tutifruti, plátano, menta y canela, las meto en mi pantalón y me apuro a salir. Busco el timbre, lo oprimo y no funciona. ¡Bajan chófer!. No se detiene.  ¡Bajan chófer!. Golpeo fuertemente la lámina. ¡Mis chicles!. Sigue de largo. ¡Bajan chófer! ¡ZAS! ¡Bajan chófer! ¡ZAS!.  Al fin dejan de rodar las llantas. ¡Mis chicles!. ¡ Ábrete morro! . A punto de que me escupa el conglomerado de carne, arranca de nuevo el animal y piso una banqueta veloz que me hace recorrer el cemento mordiendo el polvo. Hijo de la chingada, digo 
bajito con piedritas en la lengua. Me levanto, me sacudo. Necesito un nuevo parche  para clausurar la reciente ventilación en mi rodilla y un curita en la barbilla. Me detengo con la María. Unas con mucho chile y harto limón. Las tomo, las meneo, y pruebo la picante gloria de una papa enorme totalmente mojada y  con algunas semillitas pegadas. Intento sacar mi cartera pero sólo me toco las nalgas. 
¡Me robaron en el camión!
.

  Mientras espero mi próxima jaula móvil, pienso que ya es necesario un mejor  transporte. Alucino hacia la solución: debería ser algo más cómodo, ni tan grande ni tan pequeño, así, medianón. De color cremita o café pa que luzca. Que no contamine, que se mueva rápido, es más, algo de lujo: ¡Puro Mercedes Benz.! . Simón. Se vale soñar.

 
 

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