¡¡VIVA SAN FERMIN!!

Jesús López Merino



Toda fiesta tiene su grito de alegría con el cual se pone en marcha y sirve de arranque para compartir una serie de actos todos ellos festivos y alegres. Unos, desconocidos para los foráneos al lugar donde se desarrollan y otros, como el que nos ocupa, gozan de popularidad y reconocimiento en el mundo entero. Creo que no hay lugar en la tierra, sin sentirme extremadamente exagerado, que no haya conocido en algún momento ese arranque festivo que delata unas fiestas tremendamente populares y coloristas. Contarlo puede resultar atrayente y en ese proyecto nos embarcamos, pero lo importante es vivirlo y sentirlo al lado de todos los que como tú, amigo lector, algún día se han acercado o se acercarán para sentirla, vibrantemente emocionados, en su corazón. 

Cada 6 de julio a la hora en la cual el sol se encuentra en su punto más alto (las doce del mediodía),la ciudad de Pamplona,invadidas sus calles por innumerables visitantes, revive cada año su liturgia para que las fiestas arranquen, tras el chupinazo, con el grito más cantado y esperado por todos los pamploneses y visitantes: ¡Viva San Fermín! 

Este grito lanzado desde la plaza del Ayuntamiento, por un miembro del mismo, irá creciendo y haciéndose ensordecedor a medida que pasan los minutos.Todo el casco viejo de la ciudad, repleto de personas ávidas de fiesta, se harán eco del mismo y lo extenderán por toda la ciudad. A partir de ese momento la fiesta no parará ni cederá. Crecerá con las charangas y las peñas que, por unos días (hasta el 14), arroparán y ofrecerán el distintivo de pamplonés a todo el que allí conviva y disfrute de sus merecidas fiestas en honor de San Fermín.

Toda fiesta en España tiene su doble vertiente. La religiosa de agradecimiento y devoción al Santo Patrón o Patrona y la otra lúdica y profana. Tienen mucho de tradición y costumbres vividas por nuestros antepasados que las hacen especialmente atractivas. Muchas de ellas se esconden en el tiempo y se desconoce el inicio de las mismas, pero todas son bellamente recordadas y celebradas con las más exquisitas y expresivas costumbres que han ido quedando en la memoria y en los textos de la época. Y así, cada año por su festividad, todo recobra vida nuevamente y se rememoran tradiciones que han ido pasando de padres a hijos.

Las fiestas de San Fermín, o los Sanfermines, como se les conoce a los días entre el 6 y el 14 de julio, son días donde todo vale y la trasgresión alegre y bulliciosa convive con lo religioso; el toro, artífice principal de muchas fiestas, comparte la calle, aunque por breves minutos, con los pamploneses y forasteros que nunca lo serán en estos días; el ruido, las voces y charangas se sentirán en las calles ocupadas por multitud de vecinos y visitantes porque la vida, la fiesta está en la calle y todos la vivirán a su manera; el vino, invitado excepcional, aliviará gargantas y esbozará amigos que compartirán un buen trago a la hora del almuerzo o la corrida; y el Santo, valedor y sostenedor de la fiesta, velará para que todo transcurra dentro del poco orden que una fiesta de estas características ofrece y tenderá gustoso su manto para aliviar y evitar que en los encierros se produzcan accidentes o cogidas por asta de toro.

El Santo. 

La tradición nos narra que San Honesto, nacido hacia el año 200 y muerto el año 260, fue enviado por San Saturnino quien tomó a su cargo la cristianización del sur de Francia hasta la Pamplona romana. Cruzó los Pirineos con el propio San Saturnino, obispo de Toulouse, y consiguió que el senador Firmo y su esposa Eugenia se convirtieran al cristianismo con toda su familia. El hijo de éste, Fermín, fue consagrado obispo y evangelizó las Galias o sur de Francia, hasta que en Amiens fuera encarcelado y martirizado un 25 de septiembre.



                    
                      San Fermin
San Fermín es el patrono del reino de Navarra y de la diócesis de Pamplona desde una fecha que no se puede determinar. Asimismo es el Patrono de las cofradías de boteros, vinateros y panaderos. Las celebraciones en su honor tenían lugar el 10 de octubre, cuando se conmemoraba su entrada en Amiens, pero ya en 1591 se consiguió trasladar el culto al 7 de julio, fecha en la que las celebraciones podían ser seguidas con mayor certeza por la bonanza del tiempo que durante el imprevisible otoño. En 1.717 fue consagrada la capilla del Santo donde se trasladó la efigie conteniendo sus reliquias.

La talla que se pasea en procesión el día 7 de julio por todo el casco viejo de la ciudad acompañada por las autoridades, los distintos gremios de la ciudad, los gigantes y cabezudos con su banda municipal de música y por su pueblo vestido con las mejores galas es de madera de finales del s. XV recubierta de plata y con un relicario, también de plata, incrustado en el pecho. Toda ella reposa sobre una peana labrada en plata en el año 1.746.

Origen de la Fiesta.

Como todo lo que arranca de tiempos arcanos se desconoce a ciencia cierta el origen de la misma. Hay crónicas de los s. XIII y XIV que ya hablan de los Sanfermines y sus celebraciones. Durante este tiempo fueron celebradas en el mes de octubre hasta que en el s. XVI fueron cambiadas de fecha para aprovechar una mejor climatología. 

Parece ser, según los estudiosos de la época, que no nacieron espontáneamente sino que fueron surgiendo como la reagrupación de tres fiestas distintas y que habían ido naciendo a lo largo del tiempo. La primera y más antigua era la de carácter religioso en honor de San Fermín. Ya en el s. XIV se celebraban otras dos: las ferias comerciales organizadas donde se ofrecía todo tipo de objetos para su venta, principalmente productos del campo y ganado y las fiestas taurinas propiamente las cuales se ceñían a las corridas de toros. 

Con el tiempo la fiesta fue añadiendo otros elementos de disfrute y algarabía como músicos, danzantes, comediantes, puestos de venta .... y las corridas de toros. Todo este cúmulo de cosas hizo que el Ayuntamiento solicitase al obispado el traslado de la fiesta por los motivos ya aducidos.

De este modo, desde 1.591, se celebran los Sanfermines el día 7 de julio. Con la reunificación de las fiestas su primera edición tuvo una duración de dos días y contó con pregón, torneo, músicos, teatro y corrida de toros. En años sucesivos se fueron agregando nuevos festejos como danzas y fuegos de artificio y también se le añadieron más días de disfrute y diversión, prolongándose hasta el día 10. 

Las crónicas de los siglos XVII y XVIII ya nos hablan de los actos religiosos de las fiestas a los que se les incorporan músicos, saltimbanquis, gigantes, torneos, encierros y toros, motivo por el cual el clero se mostraba preocupado por los abusos en el beber y el libertinaje de mozos y Cartel Fiestas año 1.882 mozas. Asimismo, prevenían la presencia de gentes de otras tierras que con sus espectáculos "hacían más divertida la ciudad".

Ya en el s. XIX destacan curiosidades y atracciones de feria tan singulares como la mujer cañón, animales exóticos, además de estrenar cabezudos, kilikis y zaldikos la Comparsa de Gigantes. También se advierte de la fuga de los toros por las calles de la ciudad por no existir doble vallado para los encierros.

En el s. XX alcanzan el máximo esplendor con la publicación en 1.926 de la novela "Fiesta" de Ernest Hemingway, premio Nobel de literatura en 1.954. El fué el animador y el que despertó en el mundo entero, con su relato, la pasión por el riesgo y el juego gratuito del hombre con el toro y con la muerte. Desde entonces, unas fiestas locales y sin apenas conocerse fuera de España, alcanzan la popularidad y se convierten en la cita festiva más esperada y famosa del mundo para innumerables turistas extranjeros.

Encierros y Corridas.

Todo tiene en esta vida una sencilla explicación. No hay que buscar extraños comportamientos, ni explicaciones demasiado pomposas. Se comienza de una manera natural y sencilla realizando algo que posteriormente, transcurrido un tiempo, nos parece extraño y ocasionalmente inoportuno. Esto son las tradiciones. Lo que se inició de manera llana y acorde a los medios existentes en ese momento el paso del tiempo lo convierte magnánimamente en tradiciones y costumbres que los pueblos guardan como historia y riqueza de su propia cultura.

Antiguamente, cuando los toros de lidia eran traídos campo a través por los pastores desde las dehesas hasta las ciudades donde se iba a celebrar la corrida, la noche anterior acampaban cerca de la ciudad para al amanecer introducirlos en los corrales de la plaza y evitar desgracias personales. En esta operación eran ayudados por personas del lugar que, arropados con toros mansos o cabestros y a pie o a caballo, corrían tras ellos con palos y gritando para lograr encerrarles y dejarlos dispuestos para la corrida. 

Y lo que comenzó como ayuda, con el paso del tiempo, se convirtió también en diversión y motivo de festejo. Ya no se corre por detrás del toro sino que se le espera, azuza y se corre por delante de él lo que las fuerzas y el valor-temor dan de sí. Y así, poco a poco, se fija la costumbre y tradición de los encierros que en Pamplona, junto con Cuellar un pueblecito segoviano, tienen el orgullo de recoger en sus crónicas ser los más antiguos en esta tradición.

Como toda tradición tiene sus reglas y horarios que cumplir. A las 8, un cohete anuncia la apertura de la puerta de los corralillos para que los toros salgan y abandonen su encierro obligado. Una vez todos fuera, y cuando ya están corriendo por la Cuesta de Santo Domingo hacia la plaza del Ayuntamiento, suena un segundo cohete que advierte a la multitud de personas allí reunidas que todos los toros están ya en la calle.

El recorrido es muy característico y cada parte del mismo tiene su especialidad y su forma de correr y evitar el riesgo de una cogida. La calle Mercaderes que enlaza con la calle Estafeta dónde casi siempre debido a la velocidad los toros y las personas chocan contra el lado izquierdo por ser una curva cerrada. Desde aquí la manada puede quedar dispersa, debido a las caídas, por lo que el riesgo crece. Aún queda el tramo de la Telefónica, cuesta abajo, y que enfila hacia el callejón de la plaza de toros. Tras este embudo que forma la entrada a la plaza se abre un hermoso abanico de personas que corren hacia todos los lados de la plaza huyendo de los toros. Estos ayudados por los dobladores con sus capotes los atraerán a la puerta de corrales para finalizar el encierro. Cuando todos los toros han entrado en la plaza suena un tercer cohete y un cuarto en el momento que todos ellos han traspasado la puerta de toriles. En ese momento el encierro ha terminado. Todo el encierro dura aproximadamente tres minutos, pero muy intensos para aquellos que han corrido muy cerca del toro y han sentido su resoplar muy cerca de su rostro o en su misma espalda.

El encierro o los encierros, pues se celebran los siete días que dura la fiesta, es el evento más importante, para ser más correcto el más conocido, y por el cual muchos turistas, sobre todo extranjeros, se acercan a Pamplona. Es algo excitante correr delante de un toro con toda su fuerza entre tanto tumulto y salir ileso. En ello tiene que ver el Santo Patrón a quién antes de comenzar el encierro se le ha cantado y solicitado ayuda: "A San Fermín pedimos, por ser nuestro Patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición". 

Es una bonita imagen ver a los mozos con su camisa blanca, pantalón blanco y pañuelo rojo cantar al Santo antes de iniciar el encierro en la propia calle de arranque, la Cuesta de Santo Domingo, donde se encuentra en una hornacina su imagen. 

Y si el encierro ha sido emocionante y palpitante por las carreras, ya la corrida por la tarde es más placentera y festiva. Las peñas y sus charangas tomarán el tendido de sol y desde allí animarán la fiesta con sus cantos y su música. No faltarán la bota de vino y unas buenas viandas para llevarse al estómago, sobre todo si la corrida no es de su agrado. 

No hay que olvidar que el toro es el nexo de unión entre unos festejos y otros y que siempre la fiesta se vive en la calle. En ella se templa y se disfruta el colorido de los pañuelos rojos sobre camisa y pantalón blanco. En la calle se dan cita todos los que cantan y siguen el compás de las Cartel Fiestas año 2.001 peñas y charangas. También aquí se venerará al santo que saldrá, como un ciudadano más, en su procesión de inicio de fiestas donde las calles están vestidas y adornadas a su paso y en ella se congregue toda la ciudad y sus estamentos. Unos y otros saldrán a acompañarle y a rendirle honor como Patrono de la ciudad. Y se le unirá la Corporación municipal, vestida de gala como se merece el Santo. Y a ella, todos los gremios de la ciudad: desde los alegres y bulliciosos que serán los que animen la fiesta y la hagan sentir en la propia calle, hasta los industriales y religiosos, como el Cabildo Catedralicio. Todos arroparán al Santo y le dedicarán esos "momenticos", uno de los actos más emotivos de la fiesta. 

Y así día tras día, mientras duran las fiestas, todos se sentirán unidos en la calle, disfrutando, y sólo tendrán que sumergirse en el ambiente y dejarse llevar por la alegría de unas fiestas enormemente coloristas y participativas hasta que el último día todos, exhaustas las fuerzas, canten con brío el "pobre de mí", último acto de las fiestas. 

Esta canción es un lamento por la finalización de las fiestas, pero a su vez un grito de ánimo porque el siguiente todos se encontrarán en las mismas calles en unos renovados y alegres Sanfermines.

Y lo que con un grito comenzó finaliza con otro no menos alegre, aunque algo ronco por la afonía de los cantos de días anteriores, que aventado por todos aquellos que lo han vivido mantiene un recuerdo alegre y vibrante de las fiestas en honor de San Fermín. ¡¡Viva San Fermín!!

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