FALLAS DE VALENCIA, LA FIESTA DEL FUEGO

Jesús Iglesias García

  La especie humana aprendió a aprovecharse del fuego en épocas tan lejanas que escapan a nuestro pobre entendimiento sobre el tiempo. Gracias a ese aprendizaje se convirtió en la dominadora sobre las otras especies. Con él, se protegía del frío y de la presencia de los animales que lo temían. A su alrededor se unían las familias y las tribus con el fin de cocinar los alimentos y desde aquellos primeros albores de nuestra evolución, la hoguera se hizo parte vital de primeras reuniones, las primeras fiestas y los primeros ritos sagrados.

Las fiestas con hogueras se extienden por toda la historia y la geografía, tanto española como europea, siendo parte de los ciclos anuales de muchas regiones agrícolas, coincidiendo con los solsticios unas y otras en los equinoccios. Si en la antigua Grecia se celebraba así la entrada por la puerta de los dioses, en otros lugares servían para honrar la fecundidad o sentir que a través de ellas se purificaba de alguna manera vida cotidiana.

Si hablamos de las Fallas de Valencia, tal y como las vemos hoy en día, habría que retroceder un poco en el tiempo. Fueron los carpinteros los que celebraban de esa manera la llegada del buen tiempo coincidiendo con el día de su patrono, San José.

Foto: Eduardo Vallés ©2001, Falla Jerusalen

Existen documentos datados en el siglo XV que hacen referencia  del día de los carpinteros, cuando estos quemaban los palos que les habían servido de iluminación en las cortas tardes invernales. Resulta curioso observar los nombres que los valencianos dieron a cada uno de los elementos que han ido añadiéndose a la celebración, el estay (palo) que se empleaba en los inicios se fue vistiendo con alguna prenda vieja cual espantapájaros de rasgos humanos, el ninot (muñeco) adquiría así forma de algún personaje conocido que se deseaba ridiculizar o simplemente castigar de forma simbólica. Con el paso del tiempo estas figuras ya no se presentaban aisladamente, sino acompañadas de otras figuras y, junto con el asunto o el tema  de índole satírico que plasmaban los aspectos de la vida cotidiana nacería de forma definitiva el monumento fallero.

Foto: Eduardo Vallés © 2001, 
Plaza del Ayuntamiento

Si en un principio, las fallas no tuvieron el visto bueno por parte de la burguesía y los puritanos, llegando incluso a su prohibición en el año 1851, el arraigo con que se implantó en el pueblo hizo que cada vez esta fiesta fuera tomando un mayor auge. No solo en la propia ciudad de Valencia, sino en muchas otras del litoral levantino español  así como en algunas zonas de centro y Sudamérica,  como es el caso de  México donde aún se celebra la quema del Judas y otros países como Ecuador, Colombia, Venezuela o Perú.

Alrededor de las fallas valencianas se creó todo un universo cultural y artístico, formándose, entre otros, el gremio de los artistas falleros  que año tras año compiten en la realización de  auténticas obras maestras a base de cartón y madera colosales proporciones, donde nada que sea merecedor de crítica estará a salvo.

Foto: Eduardo Vallés © 2001, Plaza del Pilar

Cada barrio se volcará en conseguir que su Falla merezca los mejores halagos y premios, y para ello, tras la quema que se producirá en la noche del 19 de marzo en lo que denomina “la nit del foc” (noche de fuego), empezará un nuevo año fallero en  el que el vecindario a través de su comisión de fiestas pensará en la próxima, ideará el ritual e intentará mejorar lo que se considere oportuno.

No solo es el monumento fallero lo que distingue a la fiesta, la música de decenas de bandas alegrará durante días y noches con sus pasacalles todos los barrios de la ciudad. La pólvora será asimismo elemento esencial. No se concibe en cualquier fiesta valenciana la inexistencia de estos dos ingredientes, si a medio día se hace estallar la “mascletá”, durante cada noche el cielo se verá iluminado por la espectacularidad de los castillos de fuegos artificiales.

En los actos solemnes, como la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados, miles de falleros con sus mejores trajes de gala desfilaran para cubrir su gigantesco manto.

Serán cinco días vividos con intensidad tanto en la calle como en los “casales” que se convertirán en el punto de reunión del vecindario, allí se bailará, comerá y se disfrutará del placer esperado durante todo un  año de trabajo.

Cada comisión fallera de barrio elegirá a su belleza con la intención  que sea,  a su vez,  la representante de la mujer valenciana bajo el titulo de Fallera Mayor. No se reparará en escatimar esfuerzos para conseguirlo y cuando esta mujer prenda la mecha de la última falla todos se sentirán orgullosos de haber vivido una de las mas bellas fiestas.

Como colofón, bien vale recordar unos versos de Josep Franco, publicados en el  “llibret” (librito) descriptivo de una falla, en  éstos se muestra la pervivencia purificadora  que es , en si mismo, la esencia de esta fiesta:


    Foto: Eduardo Vallés ©2001, 
            Fallera Mayor 2001

Como colofón, bien vale recordar unos versos de Josep Franco, publicados en el  “llibret” (librito) descriptivo de una falla, en  éstos se muestra la pervivencia purificadora  que es , en si mismo, la esencia de esta fiesta:

“Hombres y mujeres de todos los oficios
quemaremos las miserias y los vicios
que hemos cultivado a lo largo de un año de esfuerzo.
Y cuando acabe la fiesta purgadora,
la llama breve, fugaz y destructora
dejará un gusto amargo, de ceniza y humo”

 

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