DECALOGO DE LOS HOMBRES SOLOS
Patricia Bazaldua
Acabo de encontrar sagrado
el desorden de mi espíritu
Rimbaud
I. Ser y ser por siempre
(La historia de un hombre que se mantiene vigilando)
Es incomodo vivir en un conjunto de edificios, sobre todo por la cercanía con
los vecinos, no en el sentido de la convivencia pues nunca lo hacemos, sino a
esas miradas extrañas que nos dirigimos unos a otros intentando interactuar y,
sin embargo, ni siquiera nos saludamos.
Desde el momento en que me mude, de hecho desde que hice la primer visita para
conocer el departamento, el lugar no me pareció muy seguro. El complejo
habitacional está rodeado de terrenos baldíos que según el propietario,
pronto se convertirían en una serie de edificios semejantes a estos en los que
vivimos, pero ya llevo aquí un par de meses y escuche decir a alguien que
eso nunca sucederá. La zona no es segura, no sólo por los malos cimientos,
sino también porque abundan las bandas de jovencitos maliciosos que solo se
dedican a drogarse y a robar. Pero era urgente conseguir un lugar en donde vivir
y esta fue la única opción que tuve.
Espero dejar este departamento lo más pronto posible, de cualquier forma, he
mandado asegurar puertas, cerraduras, ventanas y sobre todo mi coche, que se
queda afuera del edificio, por lo menos alcanzo a verlo y de cuando en cuando me
asomo a la ventana para verificar que nada malo este sucediendo afuera.
Cuando más me inquieto son los fines de semana, son buenos días para estos
muchachos y sus maldades, aprovechan la soledad de muchos departamentos y el
lunes ya estoy escuchando las quejas: un vidrio roto, que si intentaron violar
la chapa de la puerta, que si las pintas en las paredes recién pintadas, que si
se vuelan los fusibles, los focos y que ya acabaron con el jardín que une los
edificios.
A estos muchachos no les bastara con esas travesuras, estoy seguro que ya están
planeando cosas peores, si no es que ya las han hecho y yo no me he enterado.
Hace seis meses que vivo aquí y sigo con miedo. Lo que más me preocupa es
que toda la gente se dio cuenta de mis pertenencias cuando me mude a este
departamento. Si bien me lo dijeron "cámbiate de noche para que no sepan
lo que tienes" pero no hice caso, más bien, no había mudanza que me
hiciera el servicio nocturno. A plena luz del día, los cargadores y yo sacamos
de una camioneta y metimos al departamento mi comedor de madera, mi sala, mi
refrigerador de doble puerta, mi lavadora, la secadora, la computadora y los demás
aparatos. Deben tener un inventario de todo cuanto tengo, por eso estoy
convencido que comprarme la pistola fue una gran idea, no es difícil de usar y
el que me la vendió me dio unas instrucciones generales de su uso, de cualquier
modo, no esta de más mantenerme alerta a cualquier ruido.
Parece extraño, pero a pesar de tener la pistola, sigo temeroso de lo que me
pudiera suceder, he decidido poner el despertador cada tres horas para dar una
vuelta por el departamento y asomarme por las ventanas, ver mi carro y observar
si los jovencitos esos no andan rondando mi edificio.
Hoy he llamado de la oficina a una empresa cuyas alarmas son las más modernas
de la ciudad e irán a hacer la instalación este fin de semana. De
cualquier forma, he pedido a mis jefes me permitan tener un horario más
flexible, para ir y venir a la oficina en horas distintas y no dar opción a los
delincuentes de establecerme una rutina, así no podrán saber cuando estoy y
cuando no estoy en casa.
He gastado mucho en este departamento, mantenerlo seguro ha sido mi prioridad y
aunque bien podría buscarme otro lugar donde vivir, no me es posible tomar esa
decisión, prefiero esperar pues no sé si a raíz de la apertura de las nuevas
sucursales que se tienen planeadas en la empresa, tendré que cambiarme de
ciudad. De cualquier forma, sigo vigilante, de hecho ahora adelanto mucho de mi
trabajo en casa, para permanecer fuera de ella el menor tiempo posible.
Ayer me entere por una vecina que han robado el carro de uno de los inquilinos,
no se sabe quienes fueron y los muy ingenuos ni sospechan de los delincuentes
juveniles que acostumbran travesear por el vecindario. Todos aseguran que
fue trabajo de profesionales, pero yo puedo jurar que fueron ellos, por eso, he
reforzado mi vigilancia y ahora decidí poner el despertador cada hora y medía
para levantarme y vigilar.
Esta semana la tuve libre, pedí las vacaciones que me debían hace tiempo
y aproveche para hacer cambios en la distribución del departamento. Ahora
puse mi cama en la ventana que da a la calle, así me es más fácil estar al
pendiente de la puerta y espiar el exterior. De cualquier forma nadie me visita,
así que no es necesaria una sala en la entrada, ya la pondré en su lugar
cuando me cambie a una ciudad más segura.
Tengo nueve meses en este departamento y aun no se decide nada de las nuevas
sucursales, así que de momento me quedo aquí. Dicen los compañeros de la
oficina que estoy paranoico y que en ningún lugar me sentiré seguro, la ciudad
se ha vuelto violenta en los últimos años, así que cualquier zona es
susceptible de robos.
Ahora que puse la cama en la ventana que da al exterior duermo menos que antes,
pues cualquier sonido me pone en alerta y de inmediato tomo la pistola que
mantengo bajo la cama y la sujeto fuertemente entre las manos, me quedo quieto,
a la espera de cualquier movimiento sospechoso. Hace un par de noches
descubrí a los chicos esos rayando la pared del edificio de enfrente, no hice
nada, pues si disparaba, no tendría ningún pretexto para haberlo hecho, así
que permanecí estático, viéndolos, observando sus movimientos y a la espera
de que se acercaran a mi carro o a mi edificio. Han habido cortes en la energía
eléctrica y al sentirme tan vulnerable en esos momentos, he comprado varias
linternas de diversos tamaños y tengo suficientes baterías para no necesitar más
en un buen tiempo.
He logrado identificar los sonidos de mi departamento, reconozco los pasos de
cada uno de mis vecinos y se me ha facilitado ubicar los ruidos de las puertas,
las rejas y las ventanas. Ahora sé que cuando se escucha una puerta que rechina
lentamente, es que ha llegado o esta por salir la vecina anciana del segundo
nivel, o los portazos de la joven pareja del departamento de arriba.
Ayer pedí permiso en la oficina para faltar. Tuve un presentimiento y me quede
en casa. No paso nada, pero estuve prevenido y con el número de emergencias a
la mano con solo presionar una tecla del teléfono que programé.
Ya son muchos los días en que he pedido permisos en el trabajo para faltar y
otros tantos en los que he inventado enfermedades para no asistir. Alguien vino
ayer y toco a mi puerta, pero no abrí, podrían ser el grupo de maleantes que
quisieran sorprenderme.
Hoy decidí no volver a la oficina por un tiempo, conseguí una incapacidad de
varias semanas y me mantendré aquí, sobre mi cama, frente a la ventana, con la
pistola en mi mano derecha y el teléfono cercano a mi mano izquierda.
A mi no me sorprenderán, a mi no me van a robar, ni me mataran a golpes ninguno
de esos delincuentes. Yo me quedo aquí, vigilando. Nadie me va a robar, nadie.
Estoy preparado, las alarmas están accionadas, el carro tiene bastón, candado
en la palanca de cambios, un chip que corta la corriente y una alarma que suena
como el demonio. A mi casa no entrarán, hay rejas en las ventanas y yo vigilo,
con la pistola en una mano y el teléfono listo para marcar a la policía en la
otra.

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