MUSA DEPREDADORA
Luisa Arellano Gómez
Por ella soy capaz, de atar mis ojos al cabecero de la cama
y esperar su llegada con vestido de gala o con harapos
con tacones de aguja o con sandalias
con rulo y boatiné.
Por ella, el polvo campa por mis muebles sin respeto,
y la ropa arrugada fenece en el canasto
a la espera de la caricia ardiente de la plancha
que se oxida de tedio y que bosteza.
Por ella tengo ojeras y he olvidado
ponerme la hidratante muchas noches.
Me desespera su impuntual llegada,
sus retrasos constantes y este agobio que siento cuando falta.
Vehemente rebusco por si arriba con aroma de especias.
Vanos sueños, no viene, por mucho que los dedos se desangren
en garabatos, exprimiendo el jugo a la luz de mi cuarto.
No viene, cuando añoro su sombra en la almohada
y con ello me arrastra a la apatía de los cristales polvorientos.
Altanera y coqueta, a veces me sorprende desgajada o altiva
y me toma sin ningún miramiento, secuestrando mi juicio.
Lésbico amor, que entonces se devana y teje las palabras guturales
que estaban escondidas entre los platos sucios.
EL PRIMER CIGARRILLO DEL DIA
Luisa Arellano Gómez
Hoy, el desayuno tiene aroma a desgana,
se apagaron por fin
todos los aparatos de aire acondicionado
y respiramos de la tranquilidad
que aporta el viento leve y fresco.
El café está rugoso,
tiene un sabor a estío que arrincona
las tareas pendientes
de la agenda del día
y embota las neuronas pensantes.
Se abandona a su suerte
mi melena,
y fumo un cigarrillo
asomada a la quietud fingida de la calle,
aislada en la ciudad
mientras despiertan poco a poco los bramidos diarios,
soy Crusoe en la isla
ojeando el horizonte que me ha tocado en suerte.
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