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LOS NECIOS DE HOY

Víctor Corcoba Herrero

 

El parque del Retiro de Madrid, por sí mismo, ya es un jardín de historias literarias; que, ahora, durante unos días, se engalana de libros en busca de miradas penetrantes. La feria está servida, con dedicación especial a la ciencia. El motivo tiene fundamento, el centenario de la entrega del Nobel a Ramón y Cajal. Su sabiduría bien pudiéramos ponerla en práctica. Seguramente no andaríamos tan perdidos. Ya, en su tiempo, dijo verdades como templos. Me quedo con este pensamiento: se conocen infinitas clases de necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento. La necedad ha adquirido un valor tan en alza en el momento actual que, no son pocas las personas que consideran al dinero la gran fuerza invencible, el Dios vivo, del que esperan comprar hasta la muerte. 

Los necios de hoy suelen vivir a tope, a lo loco. Ramón y Cajal, decía todo lo contrario: el arte de vivir mucho es resignarse a vivir poco a poco. No hay tiempo para la meditación. La muerte que se encuentra en la contraportada del libro de nuestra propia vida, apenas la hemos reflexionado. Resultaría benéfico que lo hiciésemos. Relativiza muchas realidades secundarias a las que, por desgracia, en la realidad presente hemos atribuido un carácter absoluto, como la riqueza, el éxito, el poder... Volviendo a las raíces, un sabio del Antiguo Testamento, el Sirácida, lo advierte de esta manera: "en todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado". Para comprender esto, sin duda, nos hace falta otra sabiduría que nos aleje del engaño, enfermedad extendida como nunca. Esto se cura con pensadores inmaculados, amantes del bien, y con pensamientos inteligentes.

Los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento, son una casta. Como sabe el lector, Zapatero puso de moda esta estirpe - es su rey y señor- haciendo un juego de palabras. ¿Se acuerdan de lo del talante y el talento? Pues nada de nada. Nuestro nivel de competitividad, idoneidad y tino, con la más bien irrealidad europea, suele ser de una torpeza manifiesta. La imbecilidad, subida a los altares sobre todo por la mediocre clase política, es tan notoria, que los traficantes de personas y las mafias, ven en España como el país más fácil de Europa para desarrollar su actividad delictiva. También se han perdido todos los estilos, los buenos modos y modales de poner las cosas en su sitio, con el temperamento, la visión táctica posible y el temple adecuado. Claro esto lo da otro tipo de pericia y sapiencia, que no el borreguismo actual, que para poner orden suele insultar con el veneno de la mentira. Lo peor no es cometer un error, -como decía Ramón y Cajal-, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia.

El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él. Algo parecido nos pasa. Lo de vivir circunspectamente, no como vacíos, sino como lúcidos, ha decrecido como la familia en España, donde lo único que aumenta es la proporción de nacimientos fuera del matrimonio. Una consecuencia evidente si se tiene en cuenta que, entre los países de la Unión Europea, nuestro gobierno es uno de los que menos gasta en ayudar a las familias. Todo necio confunde valor y precio, y en ello, estamos. La confusión ha actuado como un verdadero cáncer en instituciones que son primera célula viva. Así, la vida familiar corre un especial riesgo en el mundo actual y, para salvaguardarla, las parejas deben superar pruebas que no son fáciles, puesto que caminan a contracorriente de una cultura imperante que divorcia más que une. Esto exige paciencia, esfuerzo, sacrificio y una búsqueda incesante de mutuo entendimiento. Todo lo contrario a ese mundo de necios que bailan al son que les marcan algunos poderes.

Tal y como están en venta por metro cuadrado la legión de mentecatos, fantoches y demás botarates con andar de ganso, me satisface que la ciencia ponga su alma en la feria del libro de la capital del reino. Algo quedará en el aire. Al carro de la cultura española -don Santiago Ramón y Cajal- todavía le sigue faltando la rueda de la auténtica ciencia para poder caminar con sentido común. Cuesta pensar que se gasten energías en contrariedades que son deducción de vida, como puede ser la de argumentar que el suicidio asistido o eutanasia es necesario para tratar el sufrimiento de una enfermedad Terminal. La cuestión es tan grave y necia que la eutanasia podría convertirse en parte de la normal gama de servicios, llegando a cambiar la naturaleza de la medicina. Ya se sabe que la ignorancia es muy atrevida y, en consecuencia, la maldita necedad es la madre de todos los males. 

En cualquier caso, se me ocurre, que frente a la irrespirable atmósfera existente, propiciada por el aluvión de necedades; llevarse un libro a los labios sigue siendo la mejor manera de volar, en plan barato, para huir del mundo de los necios y rehabilitar las propias habitaciones interiores, cada cual con su cada uno, tan castigadas como cargadas de sufrimientos. El talento y el cariz del talante no son de boquilla. No se enseña con palabras, sino con actos. Ponerlo en práctica sería lo suyo. Nos hace falta esta enseñanza, la de la autenticidad y el ingenio. Quizás los pocos sabios que la mediocridad nos dona, debieran tomar posesión de gobierno, pues como dijo Epicteto de Frigia, un filósofo grecolatino, es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos. Precisamos dignificar la vida, yo diría que con urgencia, antes de que se nos vaya de las manos. Los sabios a las tribunas, por favor. 

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