El
libro digital en/desde Argentina: Prof.
José Luis Hisi En junio de
2.000, el primer libro digital es lanzado desde Argentina al ciberespacio. Se
trata de “La Resistencia”[1],
de Ernesto Sábato. Simultáneamente, Editorial
Planeta publicó los primeros 100.000 ejemplares en formato papel, en un
emprendimiento multimediático sin precedentes en la historia literaria
argentina. La exclusividad de la iniciativa
de Clarín Digital fue reforzada por una insoslayable campaña
publicitaria de la que participó, además, el conocido grupo multinacional
Musimundo, auspiciante en el Sitio de Grupo Clarín. El
antecedente más relevante de este fenómeno comunicacional en el sistema de la
literatura universal lo constituye, en marzo de este año 2.000, la publicación
del relato corto Riding the Bullet,
del escritor estadounidense Stephen King (cuyo precio fue de
dos dólares con cincuenta centavos para cada lector). Otros ámbitos como los
académicos, tienen también en la Web sus sitios, donde “cuelgan” libros
enteros, que se pueden “bajar” gratuitamente. Un ejemplo de ello es
Variaciones Borges[2],
pero a diferencia de estos emprendimientos literarios multimediáticos, su
difusión no es masiva.
Técnicamente, el libro La
Resistencia, de Ernesto Sábato se puede leer con el programa Glassbook que
se baja del sitio Clarín Digital en forma gratuita. También es posible
conseguir el CD con dicho software, que fue distribuido
gratuitamente entre los lectores del diario Clarín, y bajar el libro de
Sábato de manera sencilla y relativamente rápida. Éste factor temporal también
es un aspecto a analizar, en la dinámica de horizontalización del consumo que
propone Internet para los diferentes usuarios del planeta: celeridad en las
comunicaciones y accesibilidad a bajo costo (en términos relativos).
Desde una
perspectiva semiológica, el impacto de esta nueva práctica
significante[3],
en su acepción barthesiana, es una bola de nieve cuyas repercusiones más
inmediatas difícilmente puedan ser analizadas antes de que se transformen en
sus proporciones. Una
de ellas es que en términos cronológicos, a la aparición de Sábato en
Internet, le siguió en agosto la publicación en el polémico sitio data54.com,
de los 5 libros que tiene editados el periodista y escritor Jorge Lanata: Polaroids,
Historia de Teller, La guerra de las piedras, Vuelta de Página y Caso Tonietto:
Procesamiento. Los libros tienen similar soporte de software (Acrobat reader
4.0 de Adobe), y son tan compatibles con Glassbook
(producido por Adobe), que uno puede insertar los tomos virtuales en la
Biblioteca de Clarín Digital. La diferencia sustancial es que los libros de
Lanata no presentan restricción alguna, y el de Sábato viene “encriptado”
de manera tal que no se puede copiar ni imprimir. Otro
hecho significativo es que pocos meses después se anuncia la creación de la
Biblioteca Digital Argentina, cuyo corpus “está integrado por las
obras más representativas de nuestra literatura y también por aquellas de difícil
acceso”. Van a conformar esta Biblioteca Digital clásicos como El
Matadero y la Cautiva, de Echeverría, El
gaucho Martín Fierro (y la Vuelta),
de Hernández; Facundo, de Sarmiento,
y Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes,
entre otros. No sabemos si estas obras (centrales y periféricas) del sistema
literario argentino van a gozar de las mismas restricciones para ser copiadas e
impresas que el libro de Ernesto Sábato digitalizado por Clarín, pero
presumimos que no. El proceso de circulación
y reconocimiento[4]
que integran el Facundo o el Martín
Fierro, por dar ejemplos conocidos, pasa
por los ámbitos escolares. El propio
editor de Clarín Digital,
Julián Gallo, reconoce en su artículo
El libro de papel vs. El libro digital, que hoy disponemos de formas
precarias de lectura de libros electrónicos, como las computadoras de
escritorio, las portátiles, y los artefactos mini como el “Rocket ebook” (pantalla
portátil). En este contexto es posible inferir que las restricciones de
circulación del libro La Resistencia tienen una finalidad comercial
predominante: si el libro que llega a cada PC no se puede imprimir ni
copiar,
tampoco se puede leer si no se visita el sitio de Clarín en Internet. La
Literatura viene a subsidiar así la difusión del nuevo discurso, que algunos
estudiosos como Luis O. Arata[5]
llaman cibertexto. A su vez, la compleja trama de discursos sociales de Internet, legitimada por la continuidad de prestigiados y re-conocidos discursos como el literario, viene a difundir, a poner en nuevas formas de circulación, obras que plasman las más diversas tipologías del libro impreso en el formato papel, pero con las limitaciones referidas. La cantidad de lectores potenciales que pueden acceder a estos cibertextos es cada vez mayor: en la Argentina ya hay 850 mil personas que navegan por la red, y el número de usuarios crece a un 4 % mensual, según la consultora Prince & Cooke. Una simple proyección nos permite establecer que el número de usuarios se duplicará al finalizar el año 2.000. La
industria cultural se recicla, y lo hace de la mano de alguien que, paradójicamente,
reconoce que al ver una exposición “virtual” en una computadora, le
“pareció cosa de Mandinga” (La Resistencia; Primera carta: lo pequeño y lo grande.- se cita de
la edición de Planeta). [1] La Resistencia, de Ernesto Sábato, es un extenso ensayo, bajo la forma de cartas abiertas, organizado en cinco partes, que trata sobre la descomposición social inherente a la sociedad de consumo, y las diversas formas de resistencia posible para salvar los valores espirituales del ser humano. [2] En el sitio Variaciones Borges es posible hallar artículos y libros de crítica literaria sobre el escritor Jorge Luis Borges, de autores como Beatriz Sarlo, y Daniel Balderston. Otros sitios similares están dedicados a escritores como Ernest Hemingway (y se puede acceder a ellos desde IPL Online Literary Criticism Collection). [3] Barthes, R.: La aventura semiológica. Ed. Paidós. Bs. As. 1990. [4] Eliseo Verón propone estas categorías como parte de su Teoría de los Discursos Sociales, cuyo postulado central es que “la red infinita de semiosis social se desenvuelve en el espacio-tiempo de las materias significantes, de la sociedad y de la historia”. (Cfr. La Semiosis Social, Ed. Gedisa. Barcelona. 1993) [5]
Luis O. Arata: Reflections about Interactivity, ponencia presentada en el
MIT de Massachusetts en Octubre de 1999. Arata cita a Espen Aarseth, de la
Universidad Hopkins, quien en su artículo Cybertext: Perspectives on
Ergodic Literature (1997) ubica a Cortázar como uno de los autores que
favoreció la aparición de lectores activos, preanunciando la
interactividad. WWW:media-in-transition.mit.edu.
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