Mirándome en tus ojos me estremezco
que son dos luminares en tu cara,
tu desdén es tan cruel que me acibara,
la vida es el martirio en que perezco.
Ver tus preciosos ojos no merezco
pues son fanales de color tan clara
que brillan cual diamante de tiara
burlándose del mal en que padezco.
Son dos luceros que en un dulce coro
pregonan que no existen las estrellas
que puedan compararse y ser tan bellas.
Nada hay más fino, ni pudiera el oro
calmar de mi caletre las querellas,
ni hay galaxia que irradie más centellas.
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Muchas momias hallé por los caminos
del mundo y han marcando fuertemente
mi vida a la que quise diferente
sacada de entre el caos y los espinos.
No quiero inclinarme ante mezquinos
filósofos que caprichosamente
me quieren sumergir en un rugiente
abismo de siniestros desatinos.
Y tuve que buscar mi ruta cierta
poniendo a todas los sandeces dique
de en medio de la arenga y del palique
no quiero oir las voces ni la alerta
de un sórdido agorero que recite
los males que le dicte algún cacique.
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