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SUEÑO DE VIDA

Francisco Arias Solis



"Que el vivir es solo soñar; 
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña 
lo que es hasta despertar."

Calderón de la Barca.

LA VOZ DEL SOÑADOR IMPERIAL MEDITABUNDO DE LA LIBERTAD.


El hombre que vive, sueña. El hombre vive lo que sueña. El hombre empieza por vivir lo que sueña, y acaba por soñar lo que vive. Empieza por soñar lo que es y acaba por ser lo que sueña. Somos, estamos hechos, de la misma materia, de la misma estofa que nuestro sueño, dice Shakespeare. El hombre viviendo -dice el poeta- "sueña lo que es hasta despertar". ¿Hasta despertar? ¿Luego el hombre despierta de ese sueño en que vive? ¿En que sueña que vive soñando? ¿Qué puerta encontraremos para salir de ese conceptuoso laberinto en que nos adentra el poeta con su conocida comedia, con todas sus comedias, de sueño, de vida? Puerta secreta, escondida, tapada. Puerta de perdido paraíso. Puerta que una sola vez pasaremos. Una vez para nunca más. Puerta de la muerte.

"La muerte es lo que vemos -decía el filósofo griego- cuando estamos despiertos". Por eso, por verla, cerramos los ojos a la vida, los entornamos por el sueño; soñamos la vida y la soñamos por la muerte. Contemplar "cómo se pasa la vida" para ver cómo, "tan callando", se nos viene la muerte es lo que otro gran poeta español nos decía, nos cantaba para recordarnos que hay que despertar al alma que sueña, haciéndole "avivar el seso".

Avivar el seso de que sueña, por el mismo sueño, hacérselo entender. Pues también nos dirá Calderón esto mismo: que hay que entender, enterarse lo que soñamos cuando soñamos. Y hasta entenderlo, hasta darle vida a ese entender, no seremos lo que soñamos. Pues, mientras, "todos sueñan lo que son, pero ninguno lo entiende".

¿Cómo entendió Calderón su sueño? ¿Cómo soñó hacérnoslo entender; dárnoslo a entender? Preguntar esto equivale a preguntarnos cómo vivió, qué fue su vida. 

Su vida -nos dice Menéndez Pelayo- "fue larga, quieta, serena y siempre honestamente ocupada". Vida oscura. Una vida, en suma, diremos, muy bien acondicionada para el sueño. Y para los sueños. Para que ninguna cosa ajena perturbara al alma el soñar. Alma que sueña es alma que crea, imagina, se puebla de vivas imágenes, como en sueños; de vivísimas figuraciones. Es, como si dijéramos, la del que sueña, un alma en libertad. El para qué de la libertad de un alma es este sueño, este lujo de poder soñar. 

Alma en libertad, decimos, la del que sueña. Pero esta libertad ¿no es entonces sueño también, ilusión y sombra? La vida quieta de Calderón se puebla de sueño, de sueños, de vivas imágenes creadas, de vivísimas figuraciones. Conocemos al hombre por estos sueños: por su sueño conocemos su vida. Vida oscura la del poeta que nos expresa en la libre animación de lo soñado esta verdad humana de poder crear, de ser o de poder hacerse sueño. Sueño de vida. Al soñador lo llamará Rubén Darío "imperial meditabundo". El imperio meditabundo de la noche estrellada de los tiempos ofrece a Calderón su manto, su gran telón de fondo, para el "gran teatro del mundo", de la vida; para el maravilloso retablo teatral de su pensamiento. Y sueña la vida en él, o por él, lo que sea; sueña lo que es: vida. Piensa, luego sueña, Calderón. Transmuta el pensamiento en sueño, como hizo Dante. 

Así nos ha llegado hoy a nosotros la vida del poeta, como un sueño, en la creación, de un teatro que vive aún para nosotros por su voz: la voz popular y divina que supo poner tan claramente su pensamiento en el cielo, como un grito. El teatro con que cierra España Calderón es un grito puesto en el cielo; una voz que todavía, para nosotros, hoy, enuncia su palabra maravillosa; la palabra mágica, prodigiosa, de libertad.

El cierra España de Calderón es el de la eterna aventura viva de una España libertadora, revolucionaria. Aventura que la decadencia histórica, la degeneración viva española, la corrupción -por el costumbrismo- de aquellas virtudes esenciales de lo español, vino convirtiendo en "cerrazón" espiritual, es decir en "cerrazón" antiliberal. Con su correspondiente "cerrilidad", sus "cerrilidades" consiguientes. 

Vive aún para nosotros hoy el aventurerismo picardeado o apicarado, casticista, costumbrista, de lo español, contra el que cerraba su sueño, su vida, su España, Calderón. Vive esquinado, agazapado y sombrío, como entonces, en acecho, como la serpiente, del libre vuelo de los hijos del aire. 

Calderón es tan pueblo como Lope. Cuando se ha llevado su voz por España, de veras, por todos esos pueblos de Dios, se le ha entendido así. Como al "soñador imperial meditabundo" de la libertad; que es la justicia de que pueda haber sueño, poesía, creación, vida para todos en la vida.

Cerrando España contra la muerte, por el sueño, por la vida, corrobora y afirma Calderón la misma popularidad de la España abierta por Lope, por santa Teresa, por fray Luis, por Guevara, por Cervantes... España abierta a todos los vientos del espíritu: a todo sueño, a toda vida. España a riesgo y ventura de la libertad. 

La vida, el sueño de Calderón, es esta conciencia de la libertad. Conciencia providente. Pues "cuando soñamos que soñamos -decía Novalis- es que ya nos vamos acercando al despertar". 

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