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MURILLO, LAS VIRGENES Y LOS NIÑOS

Macarena Vega Iriarte

Murillo es conocido principalmente, por sus cuadros religiosos. Fue un pintor maravilloso que pasó hambre y pobreza cuando era un simple aprendiz.


Inmaculada Concepción

Compartió época con dos grandes genios de la pintura como Velásquez y Zurbarán. Pero nadie como él supo pintar imágenes religiosas, con una dulzura y una sencillez inigualables que lo convirtieron en el pintor sevillano del s XVI.

Durante mucho tiempo se lo ha considerado como el pintor de vírgenes y niños, algo injusto porque es este pintor ocupa un lugar de honor dentro de la pintura española del s XVII.

Nació en Sevilla el último día de 1617. Entró como aprendiz en el taller de Alonso Cano, un pintor mediocre.

El primer encargo que tiene Murillo le llegó del convento de San Francisco de Sevilla. Allí tuvo que pintar una telas muy grandes que lo revelaron como un pintor maduro y audaz, con un estilo muy delicado, luminoso y vaporoso.

Murillo es el artista que mejor ha pintado a la Inmaculada Concepción. Según su biógrafo, "enamora y encanta por su dulzura y por su belleza cautivadora". Las pinturas de Murillo mostraban un lenguaje sencillo y afectuoso, con una fe que no excluía a nadie.

Mientras el pintor trabajaba en unas bellísimas pinturas, para los padres Capuchinos en Sevilla, el padre superior puso a su servicio a un hermano lego, hombre sencillo, piadoso e ingenuo.

Un día, Murillo advirtió en el hermano una inquietud no acostumbrada. Estando sirviendo la comida y en ocasión de estar solos los dos, preguntóle, con dulzura al hermano: " Qué os pasa, hermano que no me habláis? Si son penas decídmelas. Yo soy vuestro amigo para participar en ellas. Si os falté en algo, decídmelo, para que pueda reconocer mi falta y pediros perdón." El hermano lego muy nervioso y mirando en torno suyo con mucha inquietud, le dijo: "Señor Murillo, no habléis de falta y perdones. Yo soy un miserable pecador, que no he sabido vencer la tentación. "¿Pero que os sucede? ¿qué habéis hecho?" dijo Murillo. El hermano, acercándose al pintor con mucho misterio y en voz baja le dijo: "Un deseo vano se ha apoderado de mi. Sabed que me mortifica el deseo de poseer una de esas vírgenes tan bellas y tan devotas que vos pintáis todos los días." Murillo le consoló como pudo y disimuladamente, el gran pintor se apoderó de una servilleta y se la guardó sin que lo advirtiera el hermano.

Algunos días después, Murillo, entregó al hermano la servilleta y con sorna le dijo: "Hermano, cuide mejor su ajuar, que si los huéspedes se llevan la ropa, mal camino lleva la hacienda de los padres". El hermano lego, recogió la servilleta y al desplegarla vio pintada en ella a la Virgen María, una de las más bellas y hermosas creaciones que Murillo había pintado.

Nunca se alejó de su Sevilla natal.   Allí pintó durante 20 años las imágenes tradicionales de la religión,  sencillas,  populares,   hechas según las normas de la Contrarreforma. 


Niños jugando a los dados

Esta manera de pintar, era una manera de reaccionar ante las imágenes sangrientas de la escuela de Caravaggio, de los primeros años del s XVII, así como del absolutismo de Zurbarán.

Murillo se destacó también como creador de tipos femeninos e infantiles: del candor de la muchacha con flores, al realismo vivo y directo de sus niños de la calle, pilluelos y mendigos, que constituyeron un prodigioso estudio de la vida popular.

Después de una serie dedicada a la Parábola del hijo Pródigo, se le encomendó la decoración de la iglesia del convento de los capuchinos en Cádiz, de la que solo concluyó los Desposarios de la santa Catalina, ya que falleció, mientras trabajaba en ella, a consecuencia de una caída desde un andamio.

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