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LA CERRILLANA

Norberto Volante

 Salta, Argentina

 

Son las seis de la tarde, y hace un rato que se acaban de ir, como todos los dias. Acá en la Puna anochece tarde, tienen tiempo para volver a sus casas. Pongo la pava a calentar sobre el brasero, preparo el mate, busco la bombilla que no sé adonde la dejé; sobre la mesita de afuera pongo mi pequeña radio Sony,-que compré el año pasado en Iquique cuando crucé la frontera a Chile-, la enciendo y comienzan con las noticias. ¿Para qué quiero estas noticias yo? Muevo el dial, y agradablemente escucho música de mis pagos, la dejo allí, son Los Nocheros y están cantando La Cerrillana. Y yo los acompaño:

-¿Cómo olvidarte, Cerrillos...? ¡Si por tu culpa tengo mujer...!
¡Todos los carnavales para Cerrillos quiero vooolver...!

Miro hacia el camino como lo hago todas las tardes pero no, hoy es martes y hasta el jueves no puedo esperar que venga el Lito con su camión, que es el que me trae las cosas semanalmente. La otra vez lo reté fiero porque se olvidó de traerme las dos cajas de cigarrillos que me puedo permitir para todo el mes. Y sin mis cigarros sufro mucho. Se me ocurre que el sábado o el domingo va a venir el chango López, el agrónomo, para ayudarme con la huerta, que se está poniendo linda, lástima el agua que no viene.
Estos que tengo acá me dan una mano, bastante, pero meter pala para agrandar los pozos cuadrados, taparlos todas las tardes con los plásticos es mucho trabajo, pero no hay más remedio, si no el viento y la helada no me dejan una plantita en pié. Y las manos duelen de palear en el pedregal.
Traigo la pava hirviendo, la asiento sobre la mesa para que se enfríe un poco, y aunque ya es fin de octubre siento el viento helado sobre mis espaldas y vuelvo a la pieza a buscar el poncho, me lo echo sobre los hombros, y al fin me siento a matear y a encender el primer cigarro del día. A esta hora es un placer fumar mirando los solitarios cardones erguidos como guardianes de la patria, los cerros cercanos que se van tiñendo de anaranjado, luego de rojo, y más tarde,- negros ya-, resaltan su perfil contra el cielo estrellado, de azul intenso, cuanto más azul, más frío hace. Hoy no tengo ganas de caminar hasta el cruce de Esquina de Guardia, toda una legua, a ver pasar los camiones que vienen y van entre San Antonio de los Cobres y el pueblo de Cobres, que la mayoría son de amigos que se detienen a charlar un rato, a preguntarme cómo estoy, y siempre me dejan alguna cosa de regalo. Hoy, a pesar de mis veintidos años, mi cuerpo está demasiado cansado, carajo, que es mucho el trabajo que hago, y el que me resta para las nochecitas. Y mateo y pito incansablemente, y me deleito ahora escuchando a Atahualpa, el maestro. Ya deben ser más de las siete, más.
Guardo las cosas, y me meto adentro que está pegando fuerte el viento helado. Le tiro unas tolas a la estufa de leña, dejo la radio encendida, con menos volumen, prendo el farol de gas, y me pongo a trabajar, que bastante tengo que hacer. Cuando termino todo, como lentamente a cucharadas un poco de anchi que tengo preparado desde esta mañana, -no tengo ganas de cocinarme nada-, me saco un poco de ropa, no toda, apago la radio y el farol, me acuesto, me arropo bien, y cómo casi todas las noches rezo por mi familia y por aquella vieja profesora, querida mía, que me abrazó fuerte, muy fuerte cuando me recibí, y me dijo:
-¡Graciela! ¡Ya sos una Maestra Argentina!

Y me duermo contenta porque mañana: 
¡¡¡Mañana...vuelven los chicos...!!!

Nota del autor:
Esta niña Maestra desarrolla su tarea en las llamadas Escuelas de Jornada Completa. Las clases comienzan en el verano, y terminan antes de comenzar el invierno, dada la crudeza del clima de alta montaña. Ella les da el desayuno y el almuerzo, que cocina ella misma, y les enseña, desde el más pequeño hasta el más grande, todo lo que les puede enseñar y le sale desde su inmenso corazón docente...
Recomiendo ver la película argentina: "La deuda interna", en la cual se percibe todo el amor y sacrificio de un maestro en estas zonas inhóspitas.


  

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