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VISIÓN II

Daniel Adrian Madeiro


Mientras dormía recostado en la tierra, un ángel vestido de blanco tocó mi hombro y me dijo: “Despierta”.
Todo su entorno era luminoso y no podía verle claramente el rostro por el brillo en él.
Me tomó de la mano y me elevó hasta una montaña. Allí me pidió que mirara atentamente hacia un inmenso rectángulo blanco en la roca. Miré y pude ver imágenes como de una pintura. Pero en el dibujo la gente se movía. 
Observé personas sentadas sobre sillas de telas de colores, con altos respaldos. Las sillas se sostenían sobre una sola pata que abajo se abría en cuatro rayos que terminaban cada una con una rueda. Así las personas podían desplazarse sobre ellas.
En sus cabezas llevaban una delgada cinta metálica en forma de herradura, cuyos extremos iban de una oreja a la otra. Cada punta tenía algo parecido a unos sellos chatos y circulares de tamaño pequeño, que se apoyaban sobre los oídos. 
Debajo del sello de la izquierda salía un cordón negro y delgado que llegaba hasta un mueble en el que las personas apretaban signos y luego los signos y unas luces rojas se veían en un cristal que era como de agua gris.
Por el de la derecha salía un cordón como el otro pero más corto, doblado hacia la cara para terminar rígido ante la boca de las personas. 
Éstas hablaban solas frente al cristal con los signos y por los sellos en sus oídos se escuchaban voces muy bajas, a veces como murmullos, otras como zumbidos.
Yo pensé que aquello era un templo y que las personas sentadas oraban a su dios porque las oía repetir: “Que tenga un buen día, Señor” o “Gracias por llamarnos, Señor”.
Pero el ángel me dijo que ellas estaban trabajando. Su labor era hablar con personas que estaban ubicadas en otros lugares.
Le pregunté como hacían esa magia. Se rió y me dijo que eso que veía estaba sucediendo en tiempos futuros. 
Lo miré sin entender. “Esto que ves es algo que pasará dentro de muchas generaciones después de ti” -me explicó-.
Un miedo intenso se instaló en mi corazón y desperté cuando la mano de mi padre se posó sobre mi hombro para tranquilizarme.



  

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