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ELBA MARTINEZ:  MURALES PARA 
RECONSTRUIR INTIMAMENTE EL TRÓPICO


Willy Aranguren*


Elba Martínez ha andado siempre de encuentro en encuentro, con tesón envidiable, por los caminos de las artes del fuego, del dibujo; por los caminos de unión entre la cerámica, la escultura, el dibujo y también por hacer de todo ello, de su arte y creatividad, su modo de subsistencia.

Elba es una mujer emprendedora, con propia iniciativa, de ahí que haya fundado el Taller "Tierra Rara" y que en muchos lugares, privados y públicos, lejanos (USA, Holanda, España) y cercanos (Barquisimeto, Caracas, Anzoátegui, el Llano), gocen y aprecien de sus buenos murales, de sus fuentes, para hacer de la vida y de sus momentos, los más felices. Elba además no cree de divisiones entre arte, artesanía, sino que el mensaje del creador debe fluir a través de su creación, de sus diseños, de sus dibujos, de sus piezas y murales. Por estos predios reafirma su relación con la tierra, con lo telúrico, también se siente motivada por el estudio de las llamadas "Bellas Artes", por el arte culinario, por las plantas, por la agricultura, por la pintura. 


          Fragmento del mural de Elba Martínez
De ahí que haya decidido, con determinación, realizar esta exposición en el ATENEO CIUDAD DE BARQUISIMETO, por lo que hace meses atrás nos hizo su solicitud, la cual recibimos con beneplácito, dado que sabíamos de la calidad de su obra y por cuanto había participado en la exposición en homenaje a la celebración de los cien años del arquitecto catálán Gaudí. Elba además ha tenido como maestro, como animador a su compañero, Edwin Villasmil, quien, como hombre ducho, en estos menesteres, le ha dado el consejo preciso, aunque respetando su propio desarrollo, sus motivaciones. Ahora Villasmil se ha convertido en el curador y museógrafo de esta exposición.

Por todos estos intereses, Elba Martínez le ha dedicado esta exposición "Canto a la Agricultura de la Zona Tórrida", a Don Andrés Bello, proponiendo, como nombre de la muestra, el título del poema de este valioso humanista (quien también por cierto fue dibujante) y al artista, formador de generaciones, José Requena, dibujante, pintor, ecólogo, escenógrafo. De éste último Elba recibió innumerables enseñanzas sobre todo en cuanto al manejo del color, tropical, uniéndolo con su investigación en torno al cromatismo barroco. Elba además recibió las consideraciones de la escultora Nelly Soteldo; de ahí que la artista maneja los volúmenes, la tridimensionalidad. Con el maestro argentino Jorge Fernández Chitty, autor de varios libros, estudió además ceramología en profundidad, amén de recibir clases del maestro ceramista venezolano Cándido Millán.
En su proceso Elba dibuja, diseña, modifica, reflexiona en torno a cada una de sus piezas y que en este caso, esta muestra, tiene un sabor culinario, literario, realista, hiperrealista, naturalista, en cierto sentido global. Hay en ellos además la presencia del arte mural que posee relieves, que tiene intimidad. No mostrada en aquellos hechos a cielo abierto. Podríamos decir además que se trata de una silva, es decir de una composición poética-visual que no abandona el gusto por lo sabroso, el canto a la naturaleza o a las cosas, frutos y verduras, de forma sencilla, como también ya lo había realizado el gran Pablo Neruda, o como dentro de nuestras artes plásticas, lo ha hecho el mismo Requena, José Antonio Dávila, José Campos Biscardi, José Antonio Quintero, u otros, en su desarrollo de plantear naturalezas muertas y bodegones. 

Sólo que los de Elba se convierten en murales-relieves, gustosos, telúricos, con colores impregnados desde la naturaleza misma, que, de alguna manera, la asociamos con los ambientes españoles, que incitan a la "Dolce Vita", al placer de una buena comida, a la lectura de un suculento poemario y que además se insertan con comodidad perenne en los ambientes, en el ambiente donde han sido creados o concebidos, más como piezas de presencia y relación que como escenografías dispuestas para el entorno.

Elba Martínez le canta a nuestra vida cotidiana, a la vida de los ancestros y de los Hombres de Maíz, a nuestra arepa, a nuestras frutas y verduras; emula la situación de cada una de ellas, bajo la mirada de la naturaleza creadora de ella misma. Y si queremos observar la técnica, veremos que resulta impecable, fuerte, manejada al dedillo, con un gran respeto y relación con el elemento más importante: nada más y nada menos que el cemento. Elba asume cada una de las piezas expuestas con diligencia apasionante, durante muchas horas que se multiplican en más ideas, en más trabajos, en mayores relaciones con lo telúrico, con la cultura de la tierra, con los caminos de la investigación. 


Fragmento de mural de Elba Martínez                 

Elba supera las artesanías a quienes respeta y ya no importa que la pieza sea realista o hiperealista, sino que transmita el pensamiento y sentimiento visual de la autora, que el color pueda saborearse, que la forma pueda ser táctil, que con el volumen "se nos vuelva agua la boca", que la auyama pueda ser símbolo y patrimonio del color y del volumen, al igual que el cambur, la parchita, el melón, la berenjena.

Elba se convierte en "Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida", mediante su poesía visual al regalarnos estas obras de arte, únicas, sui géneris, insustituibles.

*Director de Artes Plásticas 

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