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PALABRAS A MI ABUELO

Encarna Hernández Torregrosa

Sé que cuando lleguen a ti mis palabras, estarás como cada día sentado dejándote acariciar por un rayo de sol, con tu boina calada y el bastón entre tus arrugadas manos y pensaras: Dejar pasar de esta forma las horas, es vivir la vida sin sentirla. Y eso, sé que no es lo deseado por quien lucho en su juventud siendo marino, labrador, herrero, comerciante; siendo... ante todo hombre y hombre que creció a golpes de corazón. Al fin, hombre que deseo ser feliz.

Deseo hablarte abuelo con todos mis respetos, a ti que eres un hombre sencillo que no entiendes de complicados parlamentos con los que los políticos inquietos, adormecen esas horas tuyas de indiferencia, en las que te nutres de un rico pasado, donde los recuerdos aun están frescos. Mis palabras van dirigidas a ese hombre humilde, padre de quien a su vez es padre, de otros hijos. Al hombre de cabello y barba gris, de aspecto discreto y con sus más de ochenta años pegados a la piel. En ocasiones sientes el amor de quien te rodea, cuando nosotros tus nietos te visitamos dejándote unas pocas acaricias entonces me pregunto ¿ es la felicidad lo que se dibuja en tu rostro? Hoy desearía estar a tu lado, calladamente y de esta forma ofrecerte ese derecho a ser escuchado y atendido. 

Cuándo escucho tantos coloquios y reuniones en las que se prevén atender tus necesidades me pregunto ¿alguien te a mirado al rostro y te ha preguntado con sinceridad, que deseas? Tu sigues agarrado a tu bastón con tu mirada perdida en el ayer, dando mil vueltas a tus preocupaciones a las que nadie pone remedio, pero levantas la mirada y allí está ¿no es felicidad lo que te en vuelve?

Tu voz aunque cansada esta cargada de sabiduría, de razones, de errores y al tiempo que de verdades. Son tantas y tantas las cosas que guardas en tu interior... que en esta sociedad donde a todo se le pone un precio, me pregunto ¿Cómo es que no se ha valorado cuanto guardas en tu interior?. 

Hubo un tiempo que se te consideró un trabajador, hoy en cambio, te queda la charla con los amigos, los paseos en solitario y sentir que los problemas de los otros son tuyos. A nosotros, nos ofreces el poder mirarnos en esos ojos que han vuelto a ser los de un niño, donde no hay lugar para el cinismo ¿ Esto es ser feliz? Querido abuelo, hoy quería dedicarte mis palabras a quien ha ofrecido tanto y en ocasiones se ha visto vencido, incluso traicionado por la vida. Con todo mi cariño y respeto, desde este rincón donde palpita mi corazón, un saludo para un viejo luchador. 

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