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EL AROMA DE LAS PALABRAS

Víctor Corcoba Herrero

1.- La palabra nace en los labios del corazón -en diálogos compartidos- y muere en combate egoísta. La lengua como plática, propia del entendimiento, ha de declararse oficial en la Tierra antes de que nos entierren - los Luciferes- la voz gozosa de la libertad. Todas las personas tienen el deber de utilizarla para el consenso y el derecho a usarla para no marchitar el jardín de un mundo del que todos somos remadores -y rimadores- hasta que la arena no duerma entre los mares del cielo.

2.- La bandera de la palabra es la voz misma, en su esplendor más níveo, sin franjas ni frentes fronterizos; una vocación de entrega, más que a los colores inventados por el mortal a los espirituales calores del alma, donde todo es poesía de servicio, a disposición de Dios y de los seres humanos.

3.- El encuentro con la cultura es siempre el corazón del hallazgo con una atmósfera y un pueblo, con sus vivencias y semblanzas del tiempo; cuestión saludable para que el ocio no se confunda con la ociosidad, y sea ocio gratificante, o lo que es lo mismo, de cultivo. Un laboreo que no es nada aburrido y que, además, es una necesidad. Sí, efectivamente, hemos de apostar por esa cultura que es todo lo que el hombre hace, conforma y cuasi-crea (cultura objetiva) y la coexistencia del ser humano entre los entes objetivos creados por él (vida cultural). Y en el mismo paralelismo de actuación, hemos de convenir que el deporte crezca, pues también humaniza, y tanto, como el culto a la cultura. 

4.- Se me ocurre hablar del gozo de la verdad, palabra hoy a mi juicio en desuso, y rescatarla como aire de belleza y esplendor de luz. Hemos de preferir siempre la verdad a la mentira, acto por otra parte, propio de la libertad que busca el bien; y, con ello, la realización plena del sentido de la existencia. La citada conciencia verdadera se registra en el corazón y se vive, no se enseña; puesto que -como apunta el diccionario- es la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente, o lo que es lo mismo, conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. 

A decir verdad, hablar de la verdad en la cultura contemporánea, no es cosa fácil. Parece como si buscarla fuese una empresa inútil, algo sin rumbo, cuando la verdad triunfa por sí misma frente a la mentira que necesita de la complicidad. En cualquier caso, como dijo André Gide "cree a aquellos que buscan la verdad; duda de los que la han encontrado". No olvidemos que el auténtico arte es la auténtica verdad, por eso permanece a doquier crítica del tiempo. Creer como crear es a vivir como ascender. Ahora sólo se piensa en trepar, pisando al vecino.

5.- Hoy, cuando el ruido y el mal gusto todo lo invade, (de músicas estridentes, bocinas a toda pastilla, motos sin reparo, voces radiofónicas de aquí y de allá, peatones salteando coches por entre las aceras, juventud tirada por el suelo...), se me ocurre reivindicar el silencio como diálogo y son de paz. Frente a tanta detonación de sucesos y vidas, de actuaciones y aconteceres, se necesita escuchar el silencio para autoconocerse y no perder el norte de la verdad de uno mismo.

6.- El eterno oficio de escribir ha de ser algo más que una acertada unión de palabras, más o menos concertadas. Han de ser una apuesta por la esperanza. Lo importante no es la fama, o el ser considerado como escritor, sino escribir, encadenarse de por vida a un noble pero implacable cultivo, que no hace concesiones, porque todo ha de ser autenticidad e ingenio. Es algo puro, que debiera practicar todo el mundo, porque escribir es corregir la vida, aunque sólo corrijamos una sola coma al día, es lo único que nos protege de las magulladuras insensatas y de los golpes absurdos. Llegado a este punto, no me resisto a evocar lo que Italo Svevo, recetó al mundo, al escribir: "Cuando todos comprendan con la claridad con que yo lo hago, todos escribirán. La vida será literaturizada. La mitad de la humanidad se dedicará a leer y a estudiar lo que la otra mitad de la humanidad habrá escrito. Y el recogimiento ocupará la mayor parte del tiempo que será así arrebatado a la horrible vida verdadera". Ahondando en la búsqueda de ese retiro interior, donde todos nos escuchamos y nos leemos, no hay tiempo para la puesta a punto de las armas, y sí para la puesta a punto del corazón. Goya defendió al pueblo con sus aguafuertes cuando el pueblo se defendía a navajazos. Los cultivadores de palabras o los cautivadores de arte, han de plantarle cara a la mentira, utilizando la verdad de la imagen auditiva. Es posible, que con la justa señal, hasta en el desierto florezcan jardines. Es cuestión de sembrar purezas y no sucedáneos.

7.- La tolerancia, es un aprendizaje hacia la libertad, que tiene sus fuerzas contrarias, en los fanatismos, en las descalificaciones o atropellos hacia los demás, olvidando los derechos fundamentales (derechos naturales) que nos permiten convivir. El vocablo no es fácil entenderlo, exige saber discernir entre lo verdadero y lo bueno, requiere proponer la verdad y renunciar a imponerla, ya que invita a la sumisión del respeto hacia el otro, hacia todas las personas, y, por tanto, a escuchar tanto a las minorías como a las mayorías; puesto que, no tienen porque tener razón siempre estas últimas aunque sean más

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