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GENIO Y LOCURA

Macarena Vega Iriarte

 

Cuando contemplamos los cuadros de Vincent Van Gogh, uno de los más importantes y destacados representantes del impresionismo o cuando sabemos los precios exorbitantes que alcanzan algunas de sus obras, cotizaciones jamás conocidas en la historia del Arte, nos cuesta creer que obras tan bellas, hayan sido realizadas por un hombre con graves alteraciones mentales.

Contemplando una obra de Van Gogh, medito sobre la desgarradora vida de éste artista. Pienso en la angustia de quién se adelanta a su tiempo, el mundo, aún, no estaba preparado para admirar su maravillosa obra y ése espíritu poseedor de la gracia creadora, no alcanzaba a ver el fruto de la misma.  Nace en un pueblo de Brabante, región de Flandes holandés.   Su padre fue pastor luterano , hombre enérgico y dominante a quién Van Gogh respeta sobre todas las cosas.  El otro afecto que desarrolla Vincent, es hacia Theo, su hermano, quién constituye uno de los personajes más entrañables de la historia del Arte.  Theo mitiga buena parte de los sufrimientos de su hermano.  Sin Theo y sin su abnegada labor, no existiría la figura de Vincent Van Gogh.

A través de las cartas de Vincent a su hermano, guardadas por éste, casi 800, ha permitido a los historiadores reproducir , día a día la vida y el sufrimiento de Van Gogh. Estas cartas cargadas de confidencias, cometarios, y todo lo que Vincent ve a su alrededor, datos de su obra y apuntes, ayudan a configurar su compleja personalidad. En el trascurso de su vida, la primera vocación de Vincent era ser pastor como su padre- acude a Los Mensajeros de la Fe, una de las ramas de la iglesia protestante. No lo consideran apto para formarse como predicador, porque tiene poca capacidad para improvisar, tartamudea y tiene nulo poder de convicción para el auditorio. Pero el deseo de Vincent es ayudar a los demás y llevar el mensaje divino a esas pobres gentes. Y por fin consigue un destino , rechazado por todos: una población minera donde la vida de sus habitantes alcanzaba límites de extrema pobreza, tanto física como espiritual. Vincent hace todo impetuosa y violentamente, no tiene término medio, en ninguna componenda, con lo que considera apartado de su pasión. Une su vida a la de esas gentes, baja a las minas con los hombres, recoge leña con las mujeres, lee a los ancianos y a los enfermos y comparte su miseria. Pero al cabo de un tiempo los Mensajeros de la Fe, reprochan a Vincent el abandono de la misión puramente predicadora y el estado de suciedad en que están su persona y su vivienda. Como en ésa época el ser predicador era un empleo, Vincent fue despedido. Esa fue una de las tantas decepciones que sufriría a lo largo de su vida y tarda mucho tiempo en recuperarse. 

Regresa a la casa paterna y allí vuelve a una vieja afición, que es el dibujo, ya que aún no conoce el color. Copia todo lo que ve, desde las cosas que le rodean , los paisajes hasta los grabados y dibujos de los libros y periódicos. Allí conoce y se enamora de una prima recién enviudada y que pasa las vacaciones en su casa. Vincent le declara su amor y ella lo rechaza.  Ésta es su segunda y gran decepción. Vincent, marcha a La Haya donde vive un pariente pintor, que le puede enseñar el uso del color y las facetas y técnicas del arte. No son buenas sus relaciones y Vincent pasa parte de su tiempo pintando y la otra mitad en las tabernas más sórdidas de la ciudad, en uno de esos tugurios, conoce a una prostituta a quien retira de la calle y lleva a vivir con él, a su estudio.   La prostituta termina abandonando a Vincent y contagiándolo de una enfermedad venérea. Regresa a la casa familiar, puesto que su padre enferma gravemente. Tras su muerte se dedica con furor a la pintura, su hermano Theo vive en París y es marchante de pintores. Vincent le envía sus cuadros que Theo cuelga en la galería sin vender ninguno.  Sus pinturas representan las gentes más humildes tomados del natural.  Es su “Época Negra” y una de sus obras más característica de éste período: “Los comedores de patatas” reflejados con tinte sombríos y oscuros. Su pintura evoca el tenebrismo de la pintura flamenca del S. XVII.

Con motivo de la primer muestra de los de los pintores impresionistas, en París, Theo llama a Vincent para que vaya su casa y conozca el nuevo estilo de éstos pintores, amigos suyos en su mayoría. La pintura de Manet, Pissarro, Lautrec y Gauguin es como que le marcan el camino a seguir en el arte. A partir de allí las obras de Vincent serán totalmente distintas, el color ocupa ahora un lugar destacado, no busca las sombras sino la luz, la luz sobre todas las cosas, el sol ardiente y giratorio y la noches con grandes estrellas que derraman su luz por doquier. En busca de ésa luz, parte a Provenza, cerca del Mediterráneo. Vincent se instala en Arlés, su casa será la famosa y célebre “casa amarilla” que aparece en uno de sus cuadros. Pasa la mayor parte del día pintando afuera, a orillas del río o en los campos.  Allí se inspira y pinta la serie de “Los Girasoles” y las escenas del río, así como su habitación y el café donde pasa el rato bebiendo ajenjo. Pero Vincent comienza a sentirse solo y quiere promover y de crear una colonia de artistas, que llegarían de todas partes de Francia. El primero en llegar es Gauguin, su amigo de su época de París. Pero las cosas comienzan a no funcionar bien con Gauguin, quién tiene una personalidad muy fuerte, ególatra y dado a los placeres de la vida. No es la persona ideal para vivir con Vincent.  Gauguin le arrastra por todos los tugurios distrayéndolo de su gran pasión :  la pintura. La situación empeora día a día. Con más discusiones cada vez más violentas y contínuas.   En una de esas reyertas,  Vincent 
lo ataca  con una navaja, Guaguin huye, éste nunca imaginó lo que sucedería después. Vincent regresa a la casa y en un ataque violento de furia, se corta el lóbulo de la oreja derecha.  Luego de parar un poco la hemorragia, pone el pedazo cercenado en un sobre y lo lleva de regalo a una de las prostitutas del bourdel de madame Chose, luego regresa a su casa y se mete en la cama. Así lo encuentra Gauguin al día siguiente cuando regresa a la casa amarilla.  Llama a la policía y si esperar que Vincent despierte, regresa a París.  Nunca más volverían a verse. Todas estas vivencias de Vincent, llenas de dolor y privaciones y de fracasos,  el hambre,  la locura,  las borracheras, las desilusiones,  la oreja cercenada, son algunos capítulos de la vida trágica de éste artista.   Que lo marca como el artista de la desgracia y el dolor. Sus depresiones continuas se suman a su locura.

Aún en su época impresionista la obra de Van Gogh refleja un mundo de miserias.   Lo único que le queda como soporte moral y financiero es su hermano Theo.  Su cuadro “Café de la Noche” es un testimonio de todo eso.. Vincent escribe a Theo : 

“En mi cuadro “Café de la Noche” he intentado expresar que el café es un lugar donde uno puede arruinarse, volverse loco, cometer un crimen. Fundamentalmente he buscado a través de los contrastes entre el rosa suave y rojo sangre y vino, los verdes claros Luis XV y Veronés en contraste con los verdes amarillentos y verdes azulados duros, crear una atmósfera de horno infernal, de azufre desvaído, para poder expresar el poder de las tinieblas en un tabernucho”

La locura va en un crescendo de horror y violencia. Entra en el hospital psiquiátrico de Saint-Rhemy donde pintará 150 cuadros y centenares de dibujos. De ésas obras, las más destacadas son: “Campo de trigo con vuelo de cuervos” y “El Segador”, que anuncia su destino final. Allí pinta los paisajes de trigales y los cipreses que vé a través del enrejado de su habitación.  Es su obra más sublime.  Vincent es conciente de su locura y tiene la sensación de que la razón se le escapa y que es incapaz de controlarlo.   Cuando Vincent deja el hospital, abandona muchas de sus obras en éste lugar.   El hijo del director del psiquíatrico, los utilizaría durante mucho tiempo como blanco para ejercitar el tiro con fusil.

Tiempo después Vincent, sale de su casa y tras deambular por las calles del pueblo,  entra a un almacén abandonado y se dispara un tiro en el pecho,  pero la bala es desviada por una costilla y entra en el pulmón.  A pesar de estar herido deambula por los campos, hasta el anochecer que llega a su casa ya extenuado y moribundo. Theo lo asiste hasta sus últimos minutos.

Tenía 37 años y se había entregado a la pintura con toda la lucidez de sus sentidos como lo prueban algunas frases escritas en las cartas a Theo:

“Prefiero pintar los ojos de los hombres a las catedrales, porque en los ojos hay algo que no hay en las catedrales, aunque sean majestuosas e imponentes: el alma de un hombre aunque sea un pobre vagabundo o una muchacha de la calle, me parecen más interesantes.”

No vende una sola obra en su vida y dejó más de 1.700 pinturas y dibujos.   Fracasa en todo lo que se había propuesto en la vida, en el amor, en el amor hacia las mujeres y hacia los demás y el supremo amor por el ARTE.

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