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LOS EXILIADOS DE LA REPUBLICA ESPAÑOLA
(RECUERDOS DE UN ADOLESCENTE)

Raphaël Marí Caselles

 

En la batalla del Ebro, mi padre, oficial de la República, salvó la vida gracias a atravesar el rio nadando bajo la superficie, así como su hermano pequeño, igualmente oficial.

En Barcelona, daba clases de balística y cartografía, y un día, corriendo para coger el tranvía, en la esquina de la Bonanova, en Barcelona, tropezó con mi futura madre, y se produjo el flechazo.

Terminándose la contienda fraticida y ya en retirada hacia Francia, con los moros detrás, llegaron a la frontera y allí se entregaron con armas y pertrechos, todo el batallón y mi madre, embarazada, mezclada con los soldados; los moros que estaban en las fuerzas francesas se dieron cuenta y la apartaron del grupo.  Un general del cuerpo francés quiso halagar a mi madre por su valor, pero había en los franceses mucha mofa y burla hacia los refugiados y mi madre, con su genio, les dijo “cochons tout ce -la va venir bientôt chez vous"(cerdos, todo esto lo tendréis pronto en vuestra casa).   Ella fue objeto de un reportaje en una revista francesa ensalzando su valor y temperamento.

Mi hermano mayor tenía ya un año y medio cuando yo vine al mundo, en Francia, en Fümel, pueblo industrial entre Toulouse y Limoges, en un castillo haciendo las funciones de maternidad en aquellos día. 

La gente como mi padre era muy solicitada por los industriales, eso le sirvió para salir pronto del campo de concentración en donde era jefe de campo, siendo su graduación la de comandante.

Poco a poco, los alemanes que ocupaban media de la orgullosa Francia,  exigían mano de obra para las fábricas de guerra, los franceses, para no mandar a los suyos a lugares de tanto riesgo, mandaban a los españoles,

Mi padre, viendo cómo se ponía la situación tomó la decisión de volver a España, pese al seguro ingreso a un campo de concentración español y el riesgo de que, siendo oficial republicano lo fusilaran; como siempre en su vida, la suerte a su lado. 

Una vez en el frente, en la trinchera las balas silbaban en todas direcciones , y a su lado, su secretario que era un cura y estaba sumamente aterrorizado, le pidió se cambiaran de sitio, el pobre hombre al poco rato cayó abatido. 

Desde Barcelona la familia removió cielo y tierra y en contactos con un general de la promoción de Franco y los curas consiguieron sacarlo del campo, para más Inri, además, lo colocaron como mecánico en Intendencia de Barcelona, en donde muchos lo conocían como oficial de la República. 

Mientras, mi hermano mayor y yo lógicamente hablando en francés, volvimos hacia España, en brazos de nuestra joven y enérgica madre que por aquel entonces tenía veintiún años, y cargando con lo poco que pudo traerse hacia España, en donde la esperaban padres y cinco hermanos, de muy escasa edad.

La llegada en tren por la costa me llenó ojos y corazón, el mar, el sol, todo tan nuevo y tan insospechado por lo desconocido, y sentí gran alegría por la llegada a este país de mis padres .

Llegar a casa de mis abuelos maternos, en la parte alta de la ciudad fue de locura, tantas personas que manifestaban amor y alegría me emborrachó, y los adopté a todos ellos, (de hecho, gran parte de mi vida transcurrió al lado de mis abuelos).

Todos estos acontecimientos, marcaron mi carácter de un forma muy significativa.

El barrio lleno de torres de alemanes, acogidos por Franco, tras la derrota del Eje (Alemania-Italia-Japón).

La calle, muy tranquila por aquel entonces, era lugar de juegos de los chicos de mi edad, todos mezclados, todos amigos, apenas circulaban coches, lo que daba una seguridad. Los juegos eran sin juguetes, no los había, pero éramos niños muy imaginativos.

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