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LEOPOLDO ALAS (1852-1901)

Francisco Arias Solis

"¡Qué lejos ya la adolescencia hermosa
en que fueron tristezas, ilusiones,
cantos y soledad, todo una cosa!"
Leopoldo Alas Clarín. 



LA VOZ DEL MEJOR NOVELISTA DEL XIX


Leopoldo Alas Ureña que firmó todas sus obras con el seudónimo de Clarín, escribió pura y simplemente la mejor novela del siglo XIX, y una de las mejores en lengua castellana. Sin embargo, la obra de Clarín trasciende de la pura literatura para adentrarse por los terrenos de la crítica y de las ideas en general. Fue también excelente cuentista y polemista temible. 

Leopoldo Alas tenía una gran personalidad intelectual que lo llenaba todo, profundo conocedor de la naturaleza humana, filósofo e historiador a un tiempo, literato de primer orden, crítico de una pieza, moralista teórico y práctico, artista de la palabra escrita, sociólogo que sabe penetrar en el alma de las multitudes y pedagogo ilustre. 

"Uno de los educadores de mi mente", decía Unamuno, que había sido Clarín, pensador de vistas universales, nacido en Zamora el 25 de abril de 1852. Es nombrado catedrático de "Elementos de Economía Política y Estadística" de la Universidad de Zaragoza en 1882, y un año más tarde, catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Oviedo, donde vivirá hasta su muerte, acaecida el 13 de junio de 1901. Clarín se educó en el krausismo, fue discípulo de Sanz del Río y dedicó su tesis doctoral de Derecho, a Francisco Giner de los Ríos. 

Alas, literato y filósofo, guardaba para Asturias su cariño más hondo. Ella constituye el fondo -y el escenario- de sus creaciones más originales y en las que vibra con más intensidad la emoción estética: La Regenta, Doña Berta, ¡Adiós, cordera!, Boroña y El sombrero del señor cura. 

Clarín, temperamento místico y hombre de su tiempo, pensador libre, vivió en los días de aprendizaje su batalla de la duda y sufrió la dolorosa sacudida de la emancipación, experimentando el desgarrón doloroso, inevitable de su ser tierno y romántico.

Leopoldo Alas fue el primero en ligar la revolución del 68 con el nuevo renacer de la novela española, explicándolo a partir de una mayor libertad en el pensar. Del krausismo, en el que se educó, había heredado la tolerancia y, sobre todo, un ideal de libertad, que las circunstancias sociales y políticas de su tiempo, ponían en duda, de aquí que Clarín se refugie rápidamente, en el sarcasmo, en la burla despiadada.

En sus estudios de la situación económica y social de Andalucía y en su trabajo acerca de las huelgas de Gijón, se revela como un sociólogo notable. Los remedios posibles en el estado social los reduce a dos principales: mucha instrucción en los de arriba y en los de abajo, y, como necesaria consecuencia, mucha tolerancia y mucho altruismo. Leopoldo Alas era altamente humanitario y simpatizaba, sinceramente con los pobres, los desheredados, los enfermos.

La profundidad analítica, la agudeza de pensamiento de Clarín harían de él, uno de los primeros críticos de la literatura española del XIX, si este puesto no hubiera sido usurpado por el de novelista. Autor muy poco prolífico, si lo comparamos con el resto de los novelistas de la generación del 68, Clarín publicó solamente dos novelas La Regenta (1885) y Su único hijo (1890), y otros títulos de novelas cortas y de cuentos, como Pipá, Doña Berta, Zurita, etc. Clarín, no era poeta en verso, pero fue poeta, gran poeta aplicado a otros menesteres literarios. Según Alas, la poesía era elemento esencial de la novela y no sólo de la novela, de la literatura y del arte, de cuanto viva para el espíritu y para el espíritu.

La Regenta es la obra cumbre del autor y la mejor novela de la generación del 68. Es la novela de toda una ciudad. Oviedo, o si se quiere Vetusta, aparece en la obra social y sicológicamente recreada. Ninguno de los personajes de la obra -a excepción del tenorio Mesiá- es independiente del medio en el que vive, el autor sabe recoger y calibrar muy bien, las delaciones que median y a veces determinan a los personajes. 

Clarín, en La Regenta, puede pasar por naturalista, aunque no caiga nunca en ningún exceso de mal gusto, puede pasar también por impresionista, puede pasar también por humorista, pues el autor es capaz del distanciamiento crítico... en una palabra, Clarín, es un perfecto realista. 

"Hay que volver a leer y releer -decía Unamuno refieriéndose a Clarín-, y paladear, y digerir los escritos de aquel hombre tan profundamente religioso, y comprensivo y sensitivo. Y español". Y como nos dijo Clarín: "Lectores del alma mía / ya sé que por mí diréis: / ojos que le visteis ir /¿cuando le veréis volver?"

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